ETA
ASESINA
COMERCIAL
POLICÍA MUNICIPAL
Categoría: NO
DEBEMOS OLVIDAR
Poco
antes de las 10:00 del
25
julio 1981
41º
aniversario
ETA asesinaba a tiros en la localidad de Amurrio-ALAVA-PAÍS VASCO-ESPAÑA, al
COMERCIAL
FÉLIX GALÍNDEZ LLANO
Dedicado a la compraventa de pisos.
Dos etarras se presentaron en la puerta de la
Pensión Ochoa, donde residía Félix desde hacía muchos años, haciendo sonar
insistentemente el timbre del portal.
El propio Félix bajó a abrir en pijama.
Nada más aparecer en el umbral, los desconocidos
le dispararon a bocajarro sin que mediase palabra entre ellos.
Vecinos de la zona aseguraron haber escuchado
cuatro disparos, aunque sólo uno de ellos alcanzó a la víctima.
Los etarras se escaparón a bordo de un coche
robado como siempre, donde les esperaba un tercer terrorista.
Horas después, la Guardia Civil localizó el
coche en Astigarraga.
Antes de las 14:00
del
25
julio 1984
38º ANIVERSARIO
ETA asesinaba en Lequeitio-Vizcaya-PAÍS VASCO-ESPAÑA de un tiro en
la nuca al,
policía municipal
JUAN RODRÍGUEZ ROSALES
El atentado se produjo cuando Juan Rodríguez se
dirigía a pie desde su domicilio, situado a escasos metros del Ayuntamiento,
hasta el cuartel de la Policía Municipal para cubrir su servicio de vigilancia
en la Casa Consistorial.
El agente vestía de uniforme –pantalón azul
marino y camisa azul clara-, pero iba desarmado. Dos etarras, un hombre y una
mujer, le esperaban a escasos metros del Ayuntamiento, donde se encontraba el
puesto de la Policía Municipal.
Uno de ellos se le acercó por la espalda y
realizó un solo disparo en la nuca, con salida por la frente, que le provocó la
muerte en el acto.
Los pistoleros de la banda llevaban un rato
esperando su llegada al Ayuntamiento, ya que el relevo de la guardia se
producía exactamente a las 14:00 horas.
En el interior del Ayuntamiento se encontraban,
en esos momentos, los dos funcionarios que debían ser relevados en su turno.
Una de sus hijas,
María, recordó el asesinato de su padre en Olvidados, el libro de Iñaki Arteta y Alfonso Galletero
(Adhara, 2006):
"Han pasado
muchos años, pero cada vez que oigo que, desde el Parlamento Vasco o desde
otras instancias, se piden medidas de humanización para los presos etarras me
entra una rabia y una angustia que me parece que voy a reventar.
Porque ellos están en
la cárcel pero están vivos, pueden ver a sus hijos, pueden ver a sus mujeres...
pero yo, desde aquel fatídico 25 de julio a las 14:00 del año 1984 no he podido
ver a mi padre, no he podido recibir un beso de mi padre, no he podido hablar
con mi padre, no he podido estar nunca más con él (...)
Mi padre nació en un
pueblo de la provincia de Jaén, Valdepeñas de Jaén, pero se trasladó al País
Vasco en lo que hoy conocemos como años de la emigración.
Buscaba, como
todos, un
trabajo mejor y una vida mejor de la que tenía aquí, en
Andalucía.
En Lequeitio, que fue
donde recaló, trabajó en todo aquello que pudo, en un taller mecánico, luego en
la construcción y, por último, optó por ser policía municipal del pueblo.
A petición del
Ayuntamiento tenía que combinar su trabajo con el de conductor de la ambulancia
del pueblo.
Cerca de donde
vivíamos, un poco por debajo, estaba el cuartel de la Guardia Civil.
Mi padre tenía buena
relación con ellos.
Hay que tener en
cuenta que muchos de ellos eran andaluces y a mi padre siempre le gustó darles
un poco de apoyo, que no se sintieran tan solos.
A través de mi padre
fui conociéndolos yo también y terminé enamorándome de uno de
ellos, el que hoy es mi marido.
Y fue a partir de ese
momento, del momento en que empiezo a salir con un guardia civil, cuando comienzo a
sentir que se producen cambios a mi alrededor.
No entre mis buenas
amigas, pero sí entre otras menos cercanas, que habían sido compañeras mías
durante el instituto.
Empezó a haber gente
que me retiró el saludo (...)
El día que mataron a
mi padre yo estaba en mi casa de Vitoria. (...)
Eran las 14:00 o así.
Siempre he sospechado, y no hay quien me convenza de lo contrario, que lo
tenían fichado, que hubo un chivatazo de alguien que lo
conocía, porque aquel día mi padre había cambiado de turno con un compañero.
Sólo los muy cercanos
sabían ese detalle y los etarras que lo mataron lo conocían.
A la salida de casa,
-nosotros vivíamos cerca de donde se encontraba el cuartelillo de la Policía
Municipal-, por la acera por la que mi padre bajaba, lo estaba
esperando José Félix Zabarte y en el extremo de la acera,
junto al bordillo y haciendo como que se ataba unas zapatillas, Carmen
Guisasola.
Mi padre pasó por la
acera por entre los dos y, al pasar, Carmen Guisasola se levantó, sacó una
pistola y le disparó un tiro en la nuca. Mi madre, desde su casa, sintió el
disparo. (...) Mi madre se marchó de allí porque era incapaz de pasar cada día
por el lugar en el que mi padre había caído muerto. No podía superarlo. (...)
Lo que yo quiero
es que
se haga justicia, que los terroristas paguen sus penas,
que no
se les perdone un minuto de cárcel, que no se olvide
a nuestros muertos y que se reconozca el sufrimiento y el
sacrificio de las víctimas.
Eso es lo que yo
quiero".
En
1986 la Audiencia Nacional condenó a
José
Félix Zabarte Jainaga, miembro del grupo Vizcaya de ETA, a 29 años de cárcel.
En 2002 fue condenada a la misma pena
María del Carmen Guisasola Solozabal.
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