Categoría: NO DEBEMOS OLVIDAR
A
las 20:30 del
18 diciembre 1979
43º aniversario
ETA asesinaban en Vitoria-país vasco-españa, al
Conserje del colegio de los Marianistas
JUAN CRUZ MONTOYA ORTUETA
Los dos terroristas lo estaban esperando en la puerta
del centro escolar, apoyados en la barandilla del colegio.
Uno de ellos se incorporó cuando vio al conserje y
le disparó a bocajarro, primero en el costado y, cuando cayó al suelo
mortalmente herido, lo remató en el suelo.
El crimen fue presenciado por dos alumnos del
colegio.
Juan Cruz Montoya fue trasladado urgentemente a
un centro sanitario de Vitoria, donde nada se pudo hacer por salvar su vida.
Tras asesinar al conserje, los terroristas
emprendieron la huida en un coche robado como siempre, a punta de pistola a las
19:20 horas cuando su propietario iba a aparcarlo en el garaje de su domicilio.
Dos encapuchados lo abordaron y lo dejaron atado
con una cadena dentro de una caseta en Vitoria, además de robarle el DNI
En
el año 1982 la Audiencia Nacional condenó a
Saturnino
López Domaica
Luis
Javier Izaga González
José
Miguel López de Muniain Díaz de Otalora
A sendas
penas de 26 años, 8 meses y un día de reclusión mayor por el asesinato de Juan
Cruz Montoya. Izaga González salió de prisión en junio de 2002 y López Domaica
en febrero de 2003.
A
las 15:30 del
18 diciembre 1988
34º aniversario
ETA hacía explotar un potente coche-bomba al
paso de un convoy policial que se dirigía al campo de fútbol de Ipurúa, en
Éibar (Guipúzcoa), para prestar el servicio de vigilancia habitual en días de
espectáculos deportivos, en este caso el encuentro de Segunda División entre el
Éibar y el Sabadell.
Los policías nacionales pertenecían a la
Compañía de la Reserva General con base en Logroño.
Hacia las 15:20 horas, cuando quedaban dos para
que se iniciase el partido, uno de los terroristas accionó el mando a distancia
que provocó la explosión del coche-bomba.
La deflagración alcanzó de lleno al último
de los coches que formaban el convoy –cuatro furgonetas Avia con veinte agentes
a bordo–.
Como consecuencia de la misma resultó gravemente
herido el
Policía nacional
JOSÉ ANTONIO BARRADO RECIO
Fue sacado aún con vida del amasijo de hierros en
que quedó convertido el furgón policial pero falleció mientras era trasladado a
un centro sanitario de la propia localidad.
También resultó
gravemente herido el sacristán de la parroquia de Arrate
JOSÉ ALDAOLEA ABAITUA
Que fallecería con posterioridad a la sentencia
por la que se condenó a los autores del atentado, dictada en diciembre de 1990,
en la que figura como uno de los asesinatos frustrados, según se recoge
en Vidas
rotas (Alonso, R., Florencio Domínguez, F., y García Rey, M.,
Espasa 2010, pág. 701).
Sin embargo, Aldaolea Abaitua sí figura como víctima mortal en el listado del Ministerio del Interior, con fecha 18 de diciembre de 1988 junto al
agente
Barrado Recio
Incluso es confuso
cuál fue el motivo de las heridas del sacristán de Éibar, pues en algunos
medios de comunicación se hicieron eco de que fue víctima del tiroteo posterior
al atentado entre los policías de los demás furgones del convoy y los
terroristas.
Incluso se produjo
una auténtica persecución por parte de vecinos de la localidad contra el
terrorista que accionó la bomba.
No obstante, el
parte médico del Hospital de Galdácano señaló que José Aldaolea sufrió un grave
desgarro femoral y choque traumático, lo que hace suponer que fue alcanzado
directamente por la explosión del coche-bomba.
El atentado tuvo lugar en la avenida de Otaola,
en un tramo que forma parte de uno de los itinerarios que siguen habitualmente
las dotaciones policiales destinadas al campo de Ipurúa en los días de partido.
HERIDOS
Francisco de
la Mata García
Miguel Ruiz
Ruiz
Francisco
Zaragoza Lluch
Ángel Lozano de Priego.
Juan Carlos González Muñoz
Cándido Mangas Martín
María de los Ángeles Martínez Muñoz.
La dura experiencia de la recuperación de su
marido llevó a Lucía a desear que Francisco hubiese muerto en el atentado:
Cuando, de noche, Paco se levantaba de la cama, decidido a tirarse por
el balcón, su mujer apenas podía contenerle mientras pedía ayuda por teléfono.
Al acabar todo, se dejaba caer en el sofá, extenuada y presa de la
desesperación: "Pensaba que por qué no habría muerto él también en el
atentado, porque, por lo menos, así descansaríamos todos". Pasaron siete
meses sin ver un duro.
Paco ni siquiera percibió la dieta que le correspondía por el servicio
que tenía que haber prestado el día de la jornada: "Como no lo hizo, no
cobró".
Lucía tuvo que trabajar cuanto pudo: "Pasé de protegida a
protectora de mi familia.
Limpiaba en un hipermercado y en la feria de muestras de Valencia.
Todo seguido, desde las tres de la tarde hasta las siete de la mañana del
día siguiente».
La burocracia puso la última barrera: "Tuvimos que demostrar que
las heridas de Paco eran fruto de un atentado". (El
Correo, 14/11/2007).
En
diciembre de 1990 la Audiencia Nacional condenó a
Fermín
Javier Urdiain Ciriza
Jesús María
Ciganda Sarratea
Pedro
José Echevarría Lete
Juan
Carlos Balerdi Itrurralde
A sendas penas de 134 años de cárcel por un delito de atentado con resultado de muerte y cuatro delitos de asesinatos frustrados, entre los que se incluía el del sacristán José Aldaolea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario