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domingo, 18 de diciembre de 2022

18 DICIEMBRE

 




Categoría: NO DEBEMOS OLVIDAR

 

A las 20:30 del

 18  diciembre  1979

43º aniversario

 

ETA asesinaban en Vitoria-país vasco-españa, al

 

Conserje  del colegio de los Marianistas 

JUAN CRUZ MONTOYA ORTUETA





Los dos terroristas lo estaban esperando en la puerta del centro escolar, apoyados en la barandilla del colegio.

Uno de ellos se incorporó cuando vio al conserje y le disparó a bocajarro, primero en el costado y, cuando cayó al suelo mortalmente herido, lo remató en el suelo.

El crimen fue presenciado por dos alumnos del colegio.

Juan Cruz Montoya fue trasladado urgentemente a un centro sanitario de Vitoria, donde nada se pudo hacer por salvar su vida.

Tras asesinar al conserje, los terroristas emprendieron la huida en un coche robado como siempre, a punta de pistola a las 19:20 horas cuando su propietario iba a aparcarlo en el garaje de su domicilio.

Dos encapuchados lo abordaron y lo dejaron atado con una cadena dentro de una caseta en Vitoria, además de robarle el DNI

En el año 1982 la Audiencia Nacional condenó a

   Saturnino López Domaica

   Luis Javier Izaga González

   José Miguel López de Muniain Díaz de Otalora

A   sendas penas de 26 años, 8 meses y un día de reclusión mayor por el asesinato de Juan Cruz Montoya. Izaga González salió de prisión en junio de 2002 y López Domaica en febrero de 2003.

 

A las 15:30 del

18  diciembre  1988

34º aniversario

 

ETA hacía explotar un potente coche-bomba al paso de un convoy policial que se dirigía al campo de fútbol de Ipurúa, en Éibar (Guipúzcoa), para prestar el servicio de vigilancia habitual en días de espectáculos deportivos, en este caso el encuentro de Segunda División entre el Éibar y el Sabadell.

Los policías nacionales pertenecían a la Compañía de la Reserva General con base en Logroño.

Hacia las 15:20 horas, cuando quedaban dos para que se iniciase el partido, uno de los terroristas accionó el mando a distancia que provocó la explosión del coche-bomba.

La deflagración alcanzó de lleno al último de los coches que formaban el convoy –cuatro furgonetas Avia con veinte agentes a bordo–.

Como consecuencia de la misma resultó gravemente herido el

Policía  nacional 

JOSÉ ANTONIO BARRADO RECIO

 

Fue sacado aún con vida del amasijo de hierros en que quedó convertido el furgón policial pero falleció mientras era trasladado a un centro sanitario de la propia localidad.

También resultó gravemente herido el sacristán de la parroquia de Arrate 

 

JOSÉ ALDAOLEA ABAITUA

 

Que  fallecería con posterioridad a la sentencia por la que se condenó a los autores del atentado, dictada en diciembre de 1990, en la que figura como uno de los asesinatos frustrados, según se recoge en Vidas rotas (Alonso, R., Florencio Domínguez, F., y García Rey, M., Espasa 2010, pág. 701).

 

Sin embargo, Aldaolea Abaitua sí figura como víctima mortal en el listado del Ministerio del Interior, con fecha 18 de diciembre de 1988 junto al 


agente 


Barrado Recio





 

Incluso es confuso cuál fue el motivo de las heridas del sacristán de Éibar, pues en algunos medios de comunicación se hicieron eco de que fue víctima del tiroteo posterior al atentado entre los policías de los demás furgones del convoy y los terroristas.

 

Incluso se produjo una auténtica persecución por parte de vecinos de la localidad contra el terrorista que accionó la bomba.

 

No obstante, el parte médico del Hospital de Galdácano señaló que José Aldaolea sufrió un grave desgarro femoral y choque traumático, lo que hace suponer que fue alcanzado directamente por la explosión del coche-bomba.

 

El atentado tuvo lugar en la avenida de Otaola, en un tramo que forma parte de uno de los itinerarios que siguen habitualmente las dotaciones policiales destinadas al campo de Ipurúa en los días de partido.

HERIDOS

      Francisco de la Mata García

      Miguel Ruiz Ruiz

      Francisco Zaragoza Lluch

      Ángel Lozano de Priego.

      Juan Carlos González Muñoz

      Cándido Mangas Martín

      María de los Ángeles Martínez Muñoz.

La dura experiencia de la recuperación de su marido llevó a Lucía a desear que Francisco hubiese muerto en el atentado:

Cuando, de noche, Paco se levantaba de la cama, decidido a tirarse por el balcón, su mujer apenas podía contenerle mientras pedía ayuda por teléfono.

 

Al acabar todo, se dejaba caer en el sofá, extenuada y presa de la desesperación: "Pensaba que por qué no habría muerto él también en el atentado, porque, por lo menos, así descansaríamos todos". Pasaron siete meses sin ver un duro.

 

Paco ni siquiera percibió la dieta que le correspondía por el servicio que tenía que haber prestado el día de la jornada: "Como no lo hizo, no cobró".

 

Lucía tuvo que trabajar cuanto pudo: "Pasé de protegida a protectora de mi familia.

 

Limpiaba en un hipermercado y en la feria de muestras de Valencia.

 

Todo seguido, desde las tres de la tarde hasta las siete de la mañana del día siguiente».

 

La burocracia puso la última barrera: "Tuvimos que demostrar que las heridas de Paco eran fruto de un atentado". (El Correo, 14/11/2007).

 

En diciembre de 1990 la Audiencia Nacional condenó a

   Fermín Javier Urdiain Ciriza

   Jesús María Ciganda Sarratea

   Pedro José Echevarría Lete

   Juan Carlos Balerdi Itrurralde

A  sendas penas de 134 años de cárcel por un delito de atentado con resultado de muerte y cuatro delitos de asesinatos frustrados, entre los que se incluía el del sacristán José Aldaolea.

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