Categoría: NO OLVIDEMOS
ASESINADO POR ETA
24 diciembre
1986
39º ANIVERSARIO
A las 20:40, ETA coloco
una bomba en PRYCA, en Mamut- Oyarzun-Guipúzcoa-país vasco-españa,
segaba la vida del
guardia
civil
JOSÉ ANTONIO PEÑA MEDINA
resultaron heridos leves a dos empleados del
establecimiento:
Simón Araste
Calixto Sánchez
El funeral por el alma de José Antonio Peña en San Sebastián había
sido el primero al que asistiera Luis Roldán desde su toma de posesión como
director de la Guardia Civil. Al término de aquél, Roldán manifestó que “los
atentados terroristas se comentan y valoran por sí mismos, pues no son más que
agresiones a la libertad del País Vasco y, consecuentemente, a la libertad de
todos los españoles”, señalando que “en el resto de países, los odios y
tensiones en el día de Navidad se aminoran y, sin embargo, quienes agreden
permanentemente al pueblo vasco y al pueblo español ni siquiera respetan esa
fecha entrañable”. Por su parte, Euskadiko Ezkerra hizo público un comunicado
en el que la formación afirmaba que el asesinato de Peña Medina ponía de
relieve “el total desprecio de ETA a la voluntad popular recientemente
expresada en las urnas”. Pocos días después del atentado, el 29 de diciembre,
altos cargos del Ministerio del Interior organizaron una visita a distintos
acuartelamientos de las Fuerzas de Seguridad, para mostrar su solidaridad con
los agentes en las fechas navideñas. El secretario de Estado para la Seguridad,
Rafael Vera, y los directores generales de la Policía y la Guardia Civil, José
María Rodríguez Colorado y Luis Roldán, acudieron a varios centros para mostrar
su apoyo a los agentes destinados en el País Vasco y paliar, de algún modo, la
desmoralización que se había puesto de manifiesto tras el fallecimiento de Peña
Medina.
Al día siguiente del atentado, el 25 de diciembre, se celebraron
en el Salón del Trono del Gobierno Civil de Guipúzcoa, en San Sebastián, los
funerales por el guardia civil asesinado.
Al acto asistieron el director general de la Guardia Civil, Luis
Roldán, los gobernadores civiles de Guipúzcoa y Vizcaya, Julen Elorriaga e
Iñaki López, respectivamente, y el capitán general de los Pirineos
Occidentales.
Desde la noche anterior la viuda del guardia civil se negó a
separarse del féretro.
Durante la ceremonia, apoyada en dos guardias civiles y sin
separarse en ningún momento del ataúd, no dejó de repetir una y otra vez “te
quiero”, protagonizando escenas de gran dolor, conmoción y nerviosismo,
llegando a gritar a los asistentes “iros, iros todos de aquí”.
Tras el oficio una compañía de los Grupos Antiterroristas Rurales
(GAR) y la banda de música de la Guardia Civil de Logroño rindieron
honores a José Antonio Peña.
Poco después, sus restos mortales fueron trasladados al aeropuerto
de Fuenterrabía para viajar en avión hasta Granada desde donde, por carretera,
fueron transportados hasta la localidad jienense de Castillo de Locubín.
En
abril de 1996, la Audiencia Nacional condenaba a
Francisco Ramón Uribe Navarro
A penas que sumaban 50 años y cuatro meses de
cárcel por el atentado en el que perdió la vida el guardia civil Peña Medina.
Uribe Navarro fue detenido en
junio de 1994 durante una operación llevada a cabo por la Guardia Civil, en la
que también fueron detenidos, entre otros:
Eusebio María Lasarte Balerdi
Luis Gorriti Pagola
Javier Picabea Aizpurua
María Encarnación Martínez
Fernández.
24
de Diciembre de 2011 - 09:10:01 - M.J. Grech
El miércoles 24
de diciembre de 1986, a las 20:40
horas, una bomba colocada por miembros de la banda terrorista ETA en un Pryca
del centro comercial Mamut de Oyarzun (Guipúzcoa) segaba la vida del guardia
civil JOSÉ
ANTONIO PEÑA MEDINA. La explosión provocó heridas leves a dos
empleados del establecimiento, Simón Arasti y Calixto
Sánchez. El atentado estaba encuadrado en la campaña que ETA había
iniciado contra los intereses de empresas francesas en España.
A últimas horas de la tarde del día 24 de diciembre de 1986, el
etarra Francisco Ramón Uribe, acompañado de un segundo miembro de la banda,
robó un coche en la localidad de Lasarte tras amenazar a la propietaria del
vehículo con una pistola. Los terroristas llevaron a la mujer al campo de
fútbol de Zubieta y, una vez allí, la dejaron en libertad tras advertirle que
no denunciara los hechos. Poco después se dirigieron al hipermercado del grupo
francés Pryca en Oyarzun donde colocaron un artefacto explosivo.
Minutos antes de las 20:00 horas, varias llamadas anónimas avisaban a los
responsables del centro comercial y a la Asociación de Ayuda en Carretera
Detente y Ayuda (DYA) de Guipúzcoa de la colocación de una bomba en el
hipermercado. Según el anunciante, ésta haría explosión a las 20:30 horas.
Rápidamente, un equipo de especialistas en desactivación de explosivos de la
Guardia Civil de Oyarzun se desplazó hasta el lugar. Una vez allí, los guardias
ordenaron que el hipermercado, que ya había cerrado sus puertas al público,
fuera desalojado y la zona acordonada. Sin embargo, a la hora
indicada en las llamadas telefónicas, las 20:30, no se produjo ninguna
explosión. Los guardias civiles, ayudados por un vigilante de
seguridad y por un empleado de limpieza del propio centro, continuaron buscando
el artefacto entre los bolsos y paquetes de los clientes, en la zona de la
consigna. Diez minutos después de la supuesta hora límite, mientras José
Antonio Peña inspeccionaba un bolso, tuvo lugar la explosión. Peña Medina
recibió de lleno el impacto de la onda expansiva, falleciendo en el acto y
quedando su cuerpo completamente destrozado, mientras que los empleados Simón
Arasti y Calixto Sánchez sufrieron
contusiones, así como heridas leves en la cara y el cuero cabelludo,
respectivamente. Uno de los testigos presenciales relató los momentos previos a
la explosión:
Uno de los guardas del establecimiento
estaba dejando un bolso en el mostrador de consigna, junto a un guardia civil,
que le pidió una linterna y le dijo que se alejase por si había dentro alguna
bomba. No le dio tiempo a alejarse, porque inmediatamente se produjo una fuerte
explosión, que provocó la caída de ladrillos y maderas y mucho polvo, e
inmediatamente después vi al guarda caído en el suelo y sentí dolor en la
cabeza y la pierna (…) ha sido un milagro que no nos pasase casi nada.
La bomba, compuesta por entre 2 y 3 kilos de explosivo, 2 de metralla
y un temporizador, estaba oculta en una bolsa de deportes, a unos setenta
centímetros del suelo. Tras la explosión, los dos heridos precisaron curas de
urgencia y fueron posteriormente trasladados a centros hospitalarios, sin que
se pudiera hacer nada por la vida del guardia civil Peña Medina. La zona de la
consigna, situada cerca de la puerta principal del hipermercado, sufrió
considerables daños materiales. Como en tantas otras ocasiones, la fortuna
quiso que el atentado de ETA no acabase convirtiéndose en una auténtica
masacre: el horario habitual de cierre del hipermercado eran las 22:00 horas,
pero con motivo de la Nochebuena ese día la hora de cierre se había adelantado
dos horas, facilitando notablemente el desalojo del local por parte de los agentes
de la Benemérita.
Dos días después del atentado, el 26 de diciembre, ETA militar se
responsabilizaba del asesinato del guardia civil José Antonio Peña Medina en
comunicados enviados a distintos medios de comunicación vascos. Asimismo, la
banda terrorista reivindicaba otros atentados contra empresas
de capital francés, como el cometido el día de Navidad contra un hotel
de la cadena Novotel, en Madrid. Según los asesinos de la banda, la cooperación
del Gobierno francés con el español “debilita el movimiento nacionalista vasco
y trata de internacionalizar la represión contra los vascos implicando a otros
gobiernos en su política antivasca”. El hipermercado de Pryca,
uno de los más importantes de Guipúzcoa, había sufrido anteriormente otro
atentado con explosivos y formaba parte de la lista de empresas de
capital francés a las que Gestoras pro Amnistía recomendaba no acudir,
en su “campaña a favor de los refugiados”, lo que en la práctica significaba
señalarlas como objetivos de ETA, debido a la colaboración que Francia estaba
prestando a España en materia de extradiciones. A consecuencia de los dos
atentados y las numerosas amenazas anónimas recibidas, los responsables del
hipermercado decidieron instalar un sofisticado sistema de seguridad que incluía
numerosas videocámaras. Ocho meses después del atentado que le costó la vida al
guardia civil José Antonio Peña Medina, en agosto de 1987, esas mismas cámaras
de seguridad servirían para identificar a un sargento y a un cabo primero de la
Guardia Civil, detenidos tras haber colocado, en el mismo centro comercial de
Oyarzun, una bomba compuesta por 250 gramos
de goma-2. Según confesaron ellos mismos, el objetivo de la colocación de la
bomba era extorsionar a los responsables del centro, exigiéndoles entregas de
dinero a cambio de no colocar más artefactos explosivos. El cabo primero
pertenecía al Grupo Especial de Desactivación de Explosivos (GEDEX) de la
Guardia Civil en Guipúzcoa.
Al día siguiente del atentado, el 25 de diciembre, se celebraron
en el Salón del Trono del Gobierno Civil de Guipúzcoa, en San Sebastián, los
funerales por el guardia civil asesinado. Al acto asistieron el director
general de la Guardia Civil, Luis Roldán, los gobernadores civiles de Guipúzcoa
y Vizcaya, Julen Elorriaga e Iñaki López, respectivamente, y el capitán general
de los Pirineos Occidentales. Desde la noche anterior la viuda del guardia
civil se negó a separarse del féretro. Durante la ceremonia, apoyada en dos
guardias civiles y sin separarse en ningún momento del ataúd, no dejó de
repetir una y otra vez “te quiero”, protagonizando escenas de gran dolor,
conmoción y nerviosismo, llegando a gritar a los asistentes “iros, iros todos
de aquí”. Tras el oficio una compañía de los Grupos Antiterroristas Rurales
(GAR) y la banda de música de la Guardia Civil de Logroño rindieron
honores a José Antonio Peña. Poco después, sus restos mortales fueron
trasladados al aeropuerto de Fuenterrabía para viajar en avión hasta Granada
desde donde, por carretera, fueron transportados hasta la localidad jienense de
Castillo de Locubín.
En Jaén, en la Comandancia de la Benemérita en dicha localidad,
fue instalada una capilla ardiente. Desde allí, a mediodía del 26 de diciembre,
miembros de la Guardia Civil condujeron a hombros el féretro hasta la Iglesia
parroquial de San Félix de Valois, donde se ofició el funeral previo al
entierro del agente asesinado. Más de una docena de coronas de flores, enviadas
por amigos del fallecido, instituciones oficiales y la Asociación de Mujeres de
Guardias Muertos por el Terrorismo, precedían al féretro a su llegada. Tras
éste, cubierto con la bandera nacional y el tricornio, iban la viuda y la madre
de José Antonio Peña. En la homilía, el capellán de la Guardia Civil que
oficiaba el acto, Juan Bautista Monzón, señaló que “por desgracia, hechos como
éste forman parte de nuestra cruz de cada día”, indicando que Peña Medina había
sido “una víctima más del odio desenfrenado y de la violencia sin sentido”. El
capellán aseguró que “asistimos prácticamente impotentes a situaciones que
resultan insostenibles” ante la presencia de los cientos de guardias civiles y
policías que acudieron a la ceremonia. Entre los asistentes estuvieron
presentes el delegado del Gobierno en Andalucía, Tomás Azorín; el presidente de
la Diputación, Cristóbal López Carvajal; el coronel jefe del Tercio de Granada,
José García Mendoza; el gobernador civil, Francisco Rodríguez Caracuel y el
alcalde de Jaén, José María de la Torre. En el momento en que los asistentes a
la misa se daban la paz, la viuda, Josefa Melero, se abrazó al féretro de José
Antonio Peña y besó el tricornio que había pertenecido a éste. Tanto durante el
funeral como posteriormente, grupos de personas dieron vivas a la Guardia Civil
y gritaron consignas de “muerte a ETA”, “granujas”, “bandidos”, “esto es lo que
tenemos para rato”, “esto es la democracia” o “los de ETA no mueren, pero sí
mueren los desgraciados”. Los dos hijos de José Antonio Peña, de corta edad, no
asistieron al funeral, ya que su madre les había dicho que su padre
se había marchado “con Papá Noel para entregar juguetes a niños en lugares muy
lejanos”. Terminado el oficio, el cadáver de José Antonio Peña Medina
fue finalmente inhumado en el cementerio de San Fernando, donde había sido
previamente enterrado su padre, el también guardia civil Antonio Peña Aguayo.
El funeral por el alma de José Antonio Peña en San Sebastián había
sido el primero al que asistiera Luis Roldán desde su toma de posesión como
director de la Guardia Civil. Al término de aquél, Roldán manifestó que “los
atentados terroristas se comentan y valoran por sí mismos, pues no son más que
agresiones a la libertad del País Vasco y, consecuentemente, a la libertad de
todos los españoles”, señalando que “en el resto de países, los odios y
tensiones en el día de Navidad se aminoran y, sin embargo, quienes agreden
permanentemente al pueblo vasco y al pueblo español ni siquiera respetan esa
fecha entrañable”. Por su parte, Euskadiko Ezkerra hizo público un comunicado
en el que la formación afirmaba que el asesinato de Peña Medina ponía de
relieve “el total desprecio de ETA a la voluntad popular recientemente
expresada en las urnas”. Pocos días después del atentado, el 29 de diciembre,
altos cargos del Ministerio del Interior organizaron una visita a distintos
acuartelamientos de las Fuerzas de Seguridad, para mostrar su solidaridad con
los agentes en las fechas navideñas. El secretario de Estado para la Seguridad,
Rafael Vera, y los directores generales de la Policía y la Guardia Civil, José
María Rodríguez Colorado y Luis Roldán, acudieron a varios centros para mostrar
su apoyo a los agentes destinados en el País Vasco y paliar, de algún modo, la
desmoralización que se había puesto de manifiesto tras el fallecimiento de Peña
Medina.
En abril de 1996, la Audiencia Nacional condenaba a Francisco
Ramón Uribe Navarro a penas que sumaban 50 años y cuatro meses de cárcel por el
atentado en el que perdió la vida el guardia civil Peña Medina. Uribe Navarro
fue detenido en junio de 1994 durante una operación llevada a cabo por la
Guardia Civil, en la que también fueron detenidos, entre otros, Eusebio María
Lasarte Balerdi, Luis Gorriti Pagola, Javier Picabea Aizpurua y María
Encarnación Martínez Fernández.
José Antonio Peña
Medina, de veintiséis años y natural de Castillo
de Locubín (Jaén), estaba casado con Josefa
Melero García y tenía dos hijos de 4 y 2 años de edad. Siguiendo
los pasos de su padre, Antonio Peña Aguayo, José Antonio había ingresado en el
Instituto Armado en 1981 y llevaba viviendo en Oyarzun desde 1983. Su madre se
encontraba en Madrid, compartiendo las fiestas navideñas con otros familiares,
cuando recibió la noticia de la muerte de José Antonio, tras la cual se
trasladó a Jaén para esperar la llegada del cuerpo y acompañar a la viuda. La
muerte de José Antonio Peña causó una especial conmoción entre los
guardias civiles de la provincia de Jaén, ya que la mayor parte de
ellos eran conocidos del joven o lo habían sido de su padre.
En marzo de 2005, según Real Decreto 319/2005, “con el deseo de honrar
la memoria de los militares y guardias civiles que fueron asesinados en
atentado terrorista”, José Antonio Peña Medina fue ascendido con carácter
honorífico y a título póstumo al puesto de Cabo.