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DEBEMOS OLVIDAR
A LAS 13:15 DEL
15 ABRIL 1988
34º ANIVERSARIO
ETA asesinaban a tiros en VITORIA-PAÍS
VASCO-ESPAÑA, a
patrulla
motorizada del Cuerpo Nacional de Policía.
ANTONIO GÓMEZ OSUNA
Y
a
FRANCISCO ESPINA VARGAS
La patrulla realizaba unas identificaciones de
sospechosos relacionados con el tráfico de drogas.
Previamente, un colaborador de la banda
asesina había efectuado una llamada a la comisaría de Vitoria para avisar de
que en la calle Heraclio Fournier de la capital alavesa había jóvenes
toxicómanos pinchándose.
La llamada pretendía atraer a la Policía hacia
esa zona.
Mientras los agentes llamaban por su
radioteléfono para comprobar la identidad de algunas de las personas que se
encontraban en la zona, tres terroristas salieron del Bar Adurzabal y
dispararon contra ellos.
Según varios testigos presenciales, los
agresores atentaron primero contra uno de los policías y, posteriormente,
dispararon contra el segundo, que intentó resguardarse entre dos coches
aparcados en la misma calle.
Francisco Espina recibió tres impactos en el
pecho y fue rematado en el suelo.
Ninguno de los dos tuvo tiempo de hacer uso de
su arma reglamentaria.
Los terroristas, que actuaron a cara
descubierta, huyeron a pie hasta la Iglesia de San Cristóbal, situada a unos
cien metros, donde un cuarto etarra les esperaba en un coche robado como
siempre.
Los policías nacionales fueron trasladados al
Hospital de Santiago Apóstol de la capital alavesa, donde a las 13:40
ingresaron cadáveres.
Antonio, por su parte, presentaba tres
impactos de bala en la región craneofacial y otros tres en la región torácica.
El atentado fue cometido por
miembros del grupo Araba de ETA.
Dos de ellos
Juan María Oyarbide
Manuel Urionabarrenetxea
No pudieron ser juzgados al
resultar muertos en septiembre de 1989 en un enfrentamiento con la Guardia
Civil.
En 1991 fue condenado como
autor material
Juan Carlos Arruti Azpitarte.
En la misma sentencia fueron
condenados, en calidad de encubridores, el matrimonio formado por
Miren Gotzone López de Luzuriaga
Ignacio Fernández de Larrinoa.
Fueron los que dieron cobijo
a los cuatro asesinos tras cometer el atentado.
Por último
Ramón Aldasoro Magunacelaya
Detenido en Miami en 1997 y
extraditado a España desde EEUU en noviembre de 2001, fue juzgado y condenado
por la Audiencia Nacional ese año también como autor material.
Poco antes de las 08:00 del
15
abril
1991
30º aniversario
El policía Jesús Villamudria Lara se
disponía a llevar a sus cuatro hijos al colegio y al instituto, san
sebastián-PAÍS VASCO-ESPAÑA
Coro y Josune, gemelas de 17 años -que iban al
instituto de Bidebieta-, Luis, de 15 -alumno de los Maristas de Champagnat- y
Leire, de 12 -colegio Eucarístico San José-.
Todos, menos Coro y su padre, estaban ya
dentro del coche, pese a que el padre les dijo que no se metieran en el
vehículo hasta que mirase los bajos, por si había algo.
En el momento en que
Coro cerró la puerta, la vibración provocada por el golpe activó el mecanismo
de iniciación de la bomba-lapa compuesta por tres kilos de amonal y colocada en
la parte delantera del coche.
La bomba provocó
heridas mortales a
MARÍA DEL CORO
VILLAMUDRIA SÁNCHEZ
Heridas graves a su
padre y a sus tres hermanos.
Luisa Sánchez, la
madre, lo vio todo desde el balcón de su casa, donde estaba despidiendo a la
familia.
En los minutos que siguieron a la explosión se
sucedieron en torno a las víctimas escenas de horror.
La situación, vista por muchos escolares de la
zona, era dantesca.
Los cuerpos de los cuatro hermanos y su padre
sobre el asfalto y atrapados entre el amasijo de hierros del coche.
Coro y Leire, gravemente heridas.
El joven Luis, despedido a
Coro falleció en la Residencia Sanitaria de
San Sebastián dos horas y media después de haber ingresado.
De los otros hermanos, la que estaba más grave
era Leire, de doce años, que sufrió "politraumatismo, fractura de ambas
piernas, heridas faciales, hematomas palpebrales y cuerpos extraños en sacos
conjuntivales".
Él y su familia habían sufrido dos atentados
previamente perpetrados por ETA con granadas contra el inmueble en el que
vivían en el barrio de Txintxerpe, en noviembre de 1990 y febrero de 1991.
Debido a la tensión a la que estaba sometida
la familia, Jesús pidió el traslado a otra provincia, aunque se le
denegó porque el atentado no había sido selectivo contra él.
Los terroristas
sabían perfectamente que ese vehículo lo utilizaba diariamente Jesús para
llevar a sus hijos al colegio.
La banda
asesina asumía días después, en un comunicado publicado en el diario Egin,
siete atentados, entre ellos el asesinato de Coro. En el mismo aclararon que no
querían matar a la joven, sino a su padre, Jesús Villamudria.
Y como
habían hecho antes con aquellos atentados que provocaron especial rechazo
social, la banda asesina intentó autoexculparse culpando al padre de la
muerte de su hija porque "se sirvió de su familia como de un escudo".
El
comunicado de ETA añadía que "Coro Villamudria quería ser
policía". Sobran los calificativos.
Los autores
del atentado no han sido juzgados. Supuestamente
Fueron los
miembros del grupo Donosti de ETA
José Joaquín Leunda Mendizabal
Francisco Javier Iciar Aguirre
Juan Ignacio Ormaechea Antepara
Que
resultaron muertos en agosto de 1991 en una gran operación antiterrorista de la
Guardia Civil.
A alguno de los
fallecidos se le considera
También autor, entre
otros, del asesinato del
El asesinato de Coro no sólo destrozó a su
familia, sino que tuvo consecuencias terribles en la de José Santos Pico,
amigo de Jesús que, tres años más tarde, el 14 de enero de 1994, se
suicidó en la cocina de su casa.
"Caían por decenas.
Entre los asesinados de 1979 y 1980 había
varios compañeros de José y amigos de la cuadrilla con la que solíamos salir.
Eso le hizo mucho daño, y le convirtió
en un hombre más temeroso y, aunque él no se escondía, sí que intentaba
pasar desapercibido", recuerda Eva, que también tuvo que ocultar en el
trabajo la profesión de su marido.
"El remate a su situación de
angustia se produjo en noviembre de 1990. Fue entonces cuando fuimos a
vivir a las casas de la Policía en Pasaia. La primera noche allí nos
pusieron una bomba, fue la bienvenida de los terroristas".
En ese momento, el matrimonio tenía una niña
de pocos meses y dos chavales de seis y diez. Pero fue el asesinato de
Coro Villamudria lo que agravó la situación. "José comenzó a temer por la
seguridad de nuestros hijos: dejó de llevarles a la escuela, de ir a casa de
familiares, de salir con los amigos... Era otra persona", recuerda Eva.
El 14 de enero de 1994 una doctora, amiga de
la familia, encontró a José muy mal y le dio cita con el psicólogo y una baja
para que entregara a sus superiores.
El horror de lo que
ocurrió ese fatídico día lo cuenta Eva en su testimonio en soitu.es.
Esa tarde él no vino a casa y decidió quedarse
en el cuartel.
Llegó sobre la media noche y subió sin pasarse
por la garita de los compañeros que hacían guardia, como era su costumbre.
Yo estaba ya en la cama, tumbada con la niña
pequeña, que sólo se quedaba dormida conmigo.
Entró en el dormitorio y fue directo a coger
su arma del armario. Yo le pregunté si pasaba algo. 'No, no pasa nada', me
dijo, y salió.
Me levanté detrás de él, pero se metió en la
cocina y, entonces, pasó todo... (...)
Tendré grabado para siempre el sonido seco del
disparo, el estruendo del cuerpo, como un mueble pesado, cayendo sobre el suelo
de la cocina...
Intenté que los niños no vieran nada, pero
cuando bajé a pedir ayuda a los compañeros, los dos niños -de trece y
siete años- entraron y ayudaron a su padre para que no se ahogara con la
sangre.
No pudieron hacer nada.
José Santos Pico acababa de quitarse la vida
con su propia arma, "pero quien realmente le empujó a dispararse fue
ETA. Fueron los terroristas quienes le mataron día a día hasta aquel momento en
el que ocurrió todo", dice Eva.
Al poco tiempo de que se suicidara
José, otro compañero de la misma promoción se pegó un tiro en
aquellos mismos edificios, dejando viuda y dos hijos.
Los expertos lo han denominado
como "síndrome del norte", aunque las autoridades y mandos
prefieren no reconocerlo.
El 15 de septiembre
de 1982 saltó a la luz uno de los primeros suicidios provocados por este
síndrome.
Ese día, el sargento
de la Policía Nacional Julián Carmona
Fernández, que acababa de enterrar a cuatro de sus compañeros
muertos en un atentado en Rentería, estaba comiendo un bocadillo que dejó para
coger el arma de un compañero y, en presencia del general Félix Alcalá-Galiano,
pegarse un tiro en la sien.
Eva Pato dedica desde Covite todos sus esfuerzos a conseguir que se incluya a los afectados por el "síndrome del norte" - unos 15.000, según cálculos internos de las asociaciones de Policía y Guardia Civil- en la ley de víctimas del terrorismo.
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