ETA asesina
1 policía
Jefe de comunicaciones del aeropuerto de noain-pamplona-navarra-españa
27
de Junio de 2011 - 09:10:01 - M.J. Grech
Categoría: NO DEBEMOS OLVIDAR
27
junio 1978
44º aniversario
ETA asesina a tiros en el barrio de Bidebieta de
San Sebastián-país vasco-españa
sargento de la Policía
Armada
FRANCISCO MARTÍN GONZÁLEZ
Ese día, el sargento Martín González y otros
tres agentes del cuerpo se encontraban prestando un servicio de vigilancia en
una urbanización de San Sebastián.
El todoterreno en el que viajaban estaba parado
en el paseo de Los Olmos, donde iban a proceder a hacer un relevo de las
patrullas que recorrían las calles de San Sebastián.
Uno de los agentes se encontraba en el exterior
del vehículo cuando se acercó un taxi de color blanco del que se apeó un
terrorista que ametralló a los miembros de la patrulla.
El sargento resultó muerto en el acto, mientras
que sus tres compañeros –José Frado Carro, Francisco
Sánchez Arcos y José Gutiérrez Díaz-
resultaron heridos de gravedad.
En el lugar del atentado se encontraron
numerosos casquillos del calibre
Un testigo presencial, recién licenciado en
Medicina, ha contado a Libertad Digital lo que vivió ese día.
Aunque han pasado más de treinta años, prefiere mantenerse en el anonimato.
Este es su testimonio:
"Era el 27 de
junio de 1978. Yo acababa de terminar la carrera de medicina al mismo tiempo
que cumplía mi servicio militar. El curso había terminado y estaba con mi mujer
comiendo en casa de mis suegros, en el Parque de Bidebieta en San Sebastián. En
la sobremesa oímos un tableteo de arma automática. Mi suegro dijo que eran
fuegos artificiales pero yo sabía que era un arma de fuego. Bajé a la calle
entre los gritos de mi mujer ‘¡No bajes!, ¡No bajes por Dios!’. Al llegar al
portal vi el Land Rover rodeado de varios policías caídos.
Me acerqué sin reflexionar, no había nadie ni a derecha ni izquierda, tenía la
boca seca y temía que volviesen a disparar. Uno de los policías estaba sentado
en la acera, sangraba tremendamente de una herida en la sien. Una arteria
sangraba a golpes. Estaba vivo y me dijo que estaba bien. Le enseñé a ponerse
un dedo apretando la arteria y la sangre empezó a pararse. Otro policía estaba
tumbado en el suelo, tenía los pies apoyados en la escalerilla de atrás del
furgón. Estaba vivo y me dijo si podía bajarle los pies de la escalera. No sentía las
piernas. Estaba parapléjico y tenía, entre otros, un tiro en el
abdomen en la parte derecha a la altura del hígado. Estaba chocado, blanco como
el papel. Le tomé el pulso, que estaba en taquicardia muy elevada. ‘Se muere’,
pensé... ‘¡Ánimo!’, le dije, ‘enseguida vienen a llevarte’. ‘¿Me voy a morir?’
... ‘no, no...’ El sargento estaba sentado en el sitio del copiloto con la
cabeza caída hacia atrás. Estaba muerto. No veía un sangrado
claro, pero al intentar mover la cabeza tenía sangre en la nuca. El tiro había
entrado por el lado del conductor matándolo en el acto... Seguía sin venir
nadie y me parecía que había pasado una hora. Descolgué el micro de la radio
del coche y presioné un botón... ‘¡Oiga, oiga! ¿Me oyen?..’ Alguien me contestó
y ni me acuerdo lo que dije... Empezó a llegar gente, intenté organizar el
traslado del agente herido. Alguien trajo una puerta y, a modo de camilla,
lo montamos y lo subimos al coche de un solícito vecino de
la urbanización. ‘¡Rápido, rápido!’ decía yo... Llegaron tres coches de la
Policía a toda velocidad. Uno de los policías, en plena crisis, sacó la porra y
se vino como a golpearnos. Sus compañeros le tranquilizaron... Les conté lo
sucedido... y el sargento está muerto... ‘¡Han matado al sargento
González!’, gritó uno... otro guardia se puso a llorar
desconsolado. Todos estaban muy afectados. Como todo estaba controlado, solté
el mando de la situación y, de repente, me bajó la adrenalina y casi sin poder
andar me volví a casa... Tardé muchos días en recuperarme porque las imágenes
de la sangre y el dolor de sus compañeros no me abandonaban. Tenía entonces 24
años. Jamás
lo olvidaré".
Los restos mortales de Francisco Martín fueron
trasladados al día siguiente, 28 de junio, a Madrid, y la capilla ardiente se
instaló en la Academia de la Policía Armada de Canillas. Esa misma mañana tuvo
lugar el funeral sin que se registrase ningún incidente.
Al mismo asistieron el subsecretario de Orden
Público, Julio Camuñas; el director general de Seguridad, Mariano Nicolás; el
general inspector de la Policía Armada, Timón de Lara, y numerosos jefes,
oficiales, policías y alumnos del citado cuerpo. No asistió ningún miembro del
Gobierno, que a esa hora se encontraba reunido en Consejo de Ministros
extraordinario.
Unas horas después, hacia la una y veinte de la
madrugada, otro grupo de la banda terrorista abrió fuego contra miembros de la
Policía que habían montado un control de carretera para intentar capturar a los
autores de la muerte de Francisco Martín.
Los disparos fueron hechos a bastante distancia
desde un monte cercano a la capital donostiarra, y obligó a los agentes a
tirarse al suelo para protegerse del ataque.
Horas después, cuando amaneció, se procedió a
inspeccionar la zona.
Cerca del lugar desde el que se realizaron los
disparos se encontraron tres paquetes que contenían respectivamente un kilo de
goma-2 cada uno adosados a una cantidad importante de metralla. Los artefactos
explosivos estaban preparados para ser lanzados directamente, a modo de bomba
de mano.
La banda terrorista ETA pretendía tender una
emboscada a las Fuerzas de Seguridad y los disparos tenían el objetivo de que
los policías se acercasen al lugar.
En
1981 la Audiencia Nacional condenó a
Miguel Sarasqueta
Zubiarrementeria, miembro del grupo Donosti de ETA, a 30 años de prisión mayor
por el asesinato del sargento Martín González.
En la misma sentencia se condenó a
José Manuel Olaizola Eizaguirre a 17 años de
prisión en concepto de cómplice del asesinato.
Dos años después, en 1983, se condenó a
José Cruz
Eizaguirre Mariscal a 30 años, también como autor material.
27 junio de 1983
39º
ANIVERSARIO
ETA asesinaba en Pamplona-NAVARRA-ESPAÑA, al
jefe del Servicio de
Comunicaciones del aeropuerto de Noáin-PAMPLONA
JESÚS
BLANCO CERECEDA
Varios etarras le esperaban a la puerta de su
domicilio desde minutos antes de la 8:00 horas, hora en la que, habitualmente, Jesús
salía para dirigirse a su trabajo.
Jesús coincidió en el portal de su casa con una
vecina, enfermera de profesión, y ambos salieron juntos a la calle.
La víctima estaba ayudando a su vecina a trasladar
unos paquetes al automóvil cuando fue abordada por un individuo que llevaba un
rato esperando en la acera de enfrente.
Otros dos terroristas esperaban sentados junto a
una zapatería cercana.
Uno de ellos se acercó a Jesús y le disparó tres
tiros a bocajarro, uno de ellos en la nuca. Sangrando abundantemente,
Jesús pudo
andar varios metros hasta caer junto al portal de su domicilio en
el barrio de San Juan de la capital navarra.
Mientras los terroristas se daban a la fuga en
un vehículo Simca 1200 de color rojo, que les esperaba con el motor en marcha,
Jesús fue atendido por la enfermera y por su marido, que era médico.
Falleció mientras era trasladado en una
ambulancia de la Cruz Roja al servicio de urgencias del Hospital de Navarra.
El parte médico facilitado en este centro
sanitario señalaba que el fallecido presentaba dos orificios de entrada en
hemitórax izquierdo con salida por la región axilar derecha y por región
escapular derecha.
El vehículo utilizado por los autores del
atentado había sido robado a punta de pistola unas horas antes en el barrio de
San Jorge de Pamplona.
Su propietario fue introducido maniatado en el
maletero.
Los terroristas huyeron en dirección a la
avenida de Sancho el Fuerte y, de ahí, al barrio de La Milagrosa, donde
abandonaron el automóvil, que fue localizado posteriormente por la Policía con
su propietario en el maletero.
Jesús Blanco se encontraba solo en casa, ya que
su familia estaba pasando unos días de vacaciones en Covarrubias.
Los funerales por su alma se celebraron al día
siguiente en Pamplona, con asistencia del ministro de Transportes, Enrique
Barón, y altos cargos de su departamento.
Los terroristas, miembros del grupo Mendaur de
ETA, ya habían intentado acabar con la vida de Jesús el 8 de abril de ese mismo
año.
Ese día los etarras procedieron de igual manera
y esperaron a que su objetivo saliese de su domicilio para tirotearle.
Los planes se frustraron porque Jesús no salió
del domicilio.
En
1986 la Audiencia Nacional condenó a
Enrique
Labay Machín a 29 años de prisión por el asesinato de Jesús Blanco.
Diez años después, en 1996, fueron condenados a 30
años de reclusión mayor los etarras
Fermín
Urdiain Ciriza
Joaquín Sancho Biurrun por el mismo asesinato.
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