categoría: día
RELIGIÓN
CATóLICA
Es una solemnidad cristiana
que tiene lugar
el
Para
las iglesias católicas de rito latino, y el 1º domingo
de Pentecostés en
la Iglesia ortodoxa y
las católicas de rito bizantino.
No se debe confundir con la Conmemoración de
los Fieles Difuntos.
En este día la Iglesia celebra fiesta solemne por todos los
difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han
santificado totalmente, han obtenido la visión beatífica y
gozan de la vida eterna en
la presencia de Dios.
Por eso es el día de «todos los santos».
No se festeja solo en honor a los beatos o santos que están en la lista de los
canonizados y por los que la Iglesia celebra en un día especial del año; se
celebra también en honor a todos los que no están canonizados pero
viven ya en la presencia de Dios en su Iglesia triunfante.
Es frecuente que este día las grandes
catedrales exhiban las reliquias de los santos.
El Día de Todos los Santos
Es una solemnidad cristiana que, aunque ahora se celebra el 1
de noviembre para las iglesias católicas latinas, y el primer domingo de Pentecostés en la Iglesia ortodoxa y las católicas de rito bizantino, se celebraba originalmente el 13
de mayo.
En este día, la Iglesia
celebra una fiesta solemne por todos
los difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente, han
obtenido la visión beatífica y
gozan de la vida eterna en
la presencia de Dios.
Por eso es el día de
«todos los santos». No se festeja solo en honor a los beatos o santos que
están en la lista de los canonizados y por los que la Iglesia celebra en un día
especial del año; se celebra también en honor a todos los que no están canonizados pero viven ya en la presencia
de Dios en su Iglesia triunfante.
Es frecuente que este
día las grandes catedrales exhiban las reliquias de los santos.[1][2]
Aunque no siempre ha
sido así (las iglesias orientales no la cuentan entre sus dieciséis fiestas
mayores) el Día de Todos los Santos es fiesta de precepto.
La solemnidad se
observa con rito de primera clase en toda la Iglesia latina el primer día de
noviembre.
Hay obligación de
asistir a misa y no trabajar. Va precedida de una vigilia, en que, al
tenor del canon 1252, párrafo Segundo, del Codex J. C., se debe observar abstinencia y ayuno.
Lleva octava común.
En su Concepción
Católica, el objeto de la fiesta es honrar a todos los moradores del Cielo, incluyendo
la Santísima Trinidad,
la Virgen,
los ángeles, las diversas categorías de justos tanto
del Antiguo como
del Nuevo Testamento,
y a los santos, incluyendo los que no han sido canonizados.]
La Iglesia primitiva
acostumbraba a celebrar el aniversario de la muerte de un mártir en el lugar del martirio.
Frecuentemente, los
grupos de mártires morían el mismo día, lo cual condujo naturalmente a una
celebración común.
En la persecución de Diocleciano iniciada en 303,
el número de mártires llegó a ser tan grande, que no se podía separar un día
para asignársela.
Pero la Iglesia,
creyendo que cada mártir debía ser venerado, señaló un día en común para todos.[3]
En Oriente consta que
ya se celebraba una fiesta en honor de todos los santos desde 359, como
indican San Efrén en Carmina Nisibona, y San Atanasio en Epistulae Syriacae.
La fecha estaba fijada
en el 13 de mayo para las iglesias de Siria y el primer domingo después de Pentecostés
para las de Antioquía,
según San Juan Crisóstomo.
Esta fecha, domingo de
la octava de la Pascua de Pentecostés, continuó usándose entre las iglesias de
rito bizantino como solemnidad de Todos los Santos.[3]
El origen de esta
fiesta en Roma, y con ello en la Iglesia occidental, se halla vinculado
al templo del Panteón.
Este edificio, que
originalmente se dedicaba al culto de todos los dioses romanos,
cayó en desuso como tal a fines del siglo IV.
Hacia 608 Focas, emperador de Oriente lo donó al
papa Bonifacio IV, quien
hizo que se convirtiera en iglesia, dedicándola el 13 de mayo de 610 bajo la
advocación de Santa María la Rotonda.
En el siglo IX el papa Gregorio IV trasladó gran número de cuerpos
de mártires desde las catacumbas y
volvió a consagrar la iglesia el 1 de noviembre de 835 denominándola Santa
María ad Martyres.[3]
Por otra parte, el
papa Gregorio III (731-741)
consagró una capilla en el Vaticano para dar culto a los santos que
antes eran honrados en los cementerios y catacumbas que había quedado en
desuso.
Dicho oratorio se
dedicó «al Salvador, a Santa María, a los Apóstoles, a los mártires, a los
confesores y todas las almas justas», e hizo que un coro de monjes rezase todos
los días un Oficio suplementario en honor de los santos cuyo natalicio fuese
cada día.[3]
La fiesta de Todos Los
Santos refleja la evolución de la práctica cristiana de honrar a quienes dieron su
vida por la fe, adaptándose a las circunstancias y necesidades de la comunidad.
Desde los primeros
tiempos, la Iglesia reconoció
la importancia de recordar a los mártires y a Los Santos, viendo en ellos
ejemplos de fe y entrega total.
La celebración de un
día común para venerar a Los Santos respondió tanto a un crecimiento en el
número de mártires como la necesidad de organizar y centralizar el culto en
tiempos de expansión del cristianismo.[cita requerida]
Con la consagración
del Panteón en
Roma cómo la iglesia dedicada a Santa Maria y a los mártires, se estableció un
lugar sagrado que permitió integrar en un mismo espacio el culto a todos Los
Santos, no solo los mártires.
Esta transformación del
Panteón y la fijación de la fecha del 1 de noviembre por el papa Gregorio IV
reflejan cómo la iglesia logró consolidar una festividad que uniera a los
fieles en la veneración común De los Santos, adaptando las prácticas a los
cambios en el calendario agrícola y en la necesidades de la comunidad cristiana.
Esta fiesta, que antes
veneraba según las regiones tradicionales locales, llegó a convertirse en una
celebración universal, fortaleciendo la identidad
De la Iglesia y
subrayando la conexión espiritual de todos los cristianos con quienes los procedieron
en la fe.
De la combinación de
estas tradiciones y con la de las misas votivas en memoria de muchos o de todos
los santos, surgió una tradición que ya para el siglo VIII estaba arraigada, si bien la
fecha no era siempre la misma.
El papa Gregorio IV la
unificó en el primero de noviembre, fecha para las cosechas ya se habían
recogido en el territorio romano, porque las celebraciones anteriormente eran
el 13 de mayo -aniversario de la consagración de Santa María ad Martyres- fecha en la que los víveres
eran escasos en Roma y las multitudes que peregrinaban para los actos eran ya
muy considerables.[3]
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