Categoría: NO DEBEMOS OLVIDAR
Eran
las 14:00 del
14 febrero 1979
43º aniversario
Es asesinado en Vitoria-país
vasco-españa, el
Teniente coronel del Ejército de Tierra
SERGIO BORRAJO PALACÍN
Sergio entraba en el portal del edificio donde residía, en la calle Los
Herrán.
En ese momento, un pistolero de ETA le disparó a bocajarro por la
espalda.
Poco después, entró en el mismo la víctima, tras despedirse de un
compañero militar que lo había acompañado.
Una vez que estuvo dentro, el pistolero le disparó un solo tiro en la
nuca.
El teniente coronel murió en el acto y quedó tendido sobre una escalinata
que hay a la entrada del portal.
La calle Los Herrán tiene habitualmente un tráfico intenso, que se
incrementa a la hora en que ocurrió el atentado, lo que facilitó la huida del
agresor que escapó corriendo a pie y posteriormente en un coche que le esperaba
en la calle Esperanza.
La esposa del fallecido no se enteró de lo ocurrido hasta que la víctima
fue trasladada al depósito de cadáveres, ya que el ruido del disparo y de los
cristales sólo fue oído por los vecinos de las primeras plantas que, cuando
bajaron al portal, se encontraron al teniente coronel tendido en las
escalinatas.
Unos vecinos llamaron a la Policía, y un coche patrulla recogió al
militar y lo trasladó urgentemente al Hospital de Santiago, donde ingresó
cadáver.
Como jefe provincial de los Mutilados de Guerra de Alava, Sergio Borrajo
trabajaba en el Gobierno Militar, situado en la misma calle Los Herrán, a unos
cuatrocientos metros de su domicilio.
Todos los días hacía ese recorrido entre el trabajo y su domicilio, en el
que empleaba unos cinco minutos.
A día de hoy sigue sin saberse quién asesinó
a
Sergio Borrajo.
14 febrero
1996
26º aniversario
El etarra
Jon Bienzobas Arretxe, alias Karaka, salió de uno de los despachos de la
Universidad Autónoma gritando "¡si me miráis, os mato!" a
la decena de estudiantes que deambulaba por los pasillos.
Sobre las 10:30 habían escuchado "tres detonaciones
secas".
Bienzobas acababa de asesinar al
jurista, historiador y escritor, presidente del Tribunal
Constitucional (1986-1992)
FRANCISCO TOMÁS Y VALIENTE
En su
despacho mientras hablaba por teléfono con el profesor Elías Díaz.
Éste pudo escuchar en directo, desde el otro lado
de la línea telefónica, los disparos que acabaron con la vida de Francisco.
Esa advertencia a los estudiantes no le valdría
de nada, pues hasta veinte testigos reconocieron al pistolero de ETA
y cinco estudiantes testificarían en el juicio en 2007.
Jon Bienzobas Arretxe, de 25 años, se había introducido como un alumno
más en el departamento universitario.
Tras esperar unos minutos en el pasillo, irrumpió en el despacho del
profesor, donde lo sorprendió sentado detrás de una mesa y hablando por
teléfono.
El etarra disparó tres veces a bocajarro contra el jurista y luego,
pistola en mano, huyó hasta alcanzar un coche que le aguardaba en el exterior
con otros dos etarras en su interior. Antes, encañonó a varios estudiantes y
profesores, y corrió perseguido por algunos de ellos hasta que alcanzó el
ascensor.
El vehículo utilizado en la huida, un Ford Orion rojo, estallaría hora y
media después en el norte de Madrid, sin causar víctimas mortales.
El modo de operar de los terroristas demostró que conocían a la
perfección los pasos de Tomás y Valiente.
En esos momentos carecía de escolta, que había tenido hasta el verano de
1995, pero se la habían retirado al reintegrarse en la Universidad tras su paso
por el Tribunal Constitucional.
Dos estudiantes de Derecho declararon que el día anterior por la tarde
habían visto en la facultad al hombre identificado como autor del atentado.
Se hallaba de pie en el pasillo
junto al despacho de Francisco Tomás y Valiente, tomando notas en un bloc.
El asesino pasó desapercibido entre los alumnos que esperaban en el
pasillo para un examen oral.
La semana anterior al asesinato, Tomás y Valiente no había acudido a su
clase de Historia del Derecho por una afección pulmonar.
Esa mañana tenía previsto examinar a las 11:00 horas a sus alumnos de
primero de carrera y aprovechó los minutos que le restaban para preparar las
preguntas.
En torno a las 10:45 horas recibió la llamada de su amigo Elías
Díaz, catedrático de Filosofía del Derecho, que recordaría así la breve
conversación telefónica que mantuvo con el expresidente del Tribunal
Constitucional:
- ¿Qué tal tus bronquios? -le preguntó Elías Díaz.
- Bien, bien. Oye, tenemos que hablar -respondió Tomás y Valiente.
- ¿Qué te parece a eso de las doce?
- No, a esa hora tengo exámenes, me viene mejor antes de las once.
- Bueno, pues nos vemos ahora.
- De acuerdo, ¿vienes a mi despacho o voy yo al tuyo...?
En este punto la conversación quedó interrumpida.
Elías Díaz recuerda que tras un corto silencio -presumiblemente causado
por la irrupción del asesino en el despacho- oyó un ruido "como de
petardo".
Pensó que se trataba de un desvanecimiento de su amigo. "¡Paco!
¡Paco! ¡Qué pasa!", gritó por el auricular.
A continuación oyó otros dos disparos.
Por el pasillo del departamento, un profesor gritó: "¡Han matado a
Tomás!".
Tomás y Valiente vio claramente a su asesino.
Su despacho, de apenas diez metros cuadrados y con sólo una puerta, no
ofrecía posibilidades de huida.
El catedrático, atrapado detrás de la mesa y con el auricular en la mano,
se vio sorprendido por el etarra, de quien recibió tres tiros a bocajarro, al
menos uno de ellos en la cara.
El cuerpo de Tomás y Valiente fue recogido inmediatamente
por sus compañeros y alumnos quienes, en un desesperado intento por salvarle la
vida, lo sacaron al pasillo y lo metieron en un ascensor.
Al llegar abajo, al aparcamiento, se dieron
cuenta de que estaba muerto.
El reguero de sangre permaneció durante toda la
mañana en los pasillos de la cuarta planta.
En el que fue su último artículo escrito ("Razones y tentaciones del
Estado"), publicado al día siguiente de su asesinato en El País,
Tomás y Valiente hablaba de ETA con ocasión del asesinato de Fernando Múgica, y terminaba así:
Cada vez que matan a un hombre en la calle (y esto no es una metáfora,
como diría el cartero de Neruda), nos matan un poco a cada uno de nosotros.
El etarra Jon Bienzobas Arretxe fue detenido por la Policía francesa en Pau en septiembre de 1999, tras asaltar un polvorín en la localidad de Plevin, y entregado temporalmente a España para ser juzgado en noviembre de 2006 por cinco causas, entre ellas el asesinato de Francisco Tomás y Valiente.
En
mayo de 2007 la Audiencia Nacional lo condenó a
30 años por este asesinato.
Además, y sentando un precedente muy importante, se fijó
una indemnización de 400.000 euros para uno de sus hijos, Miguel
Tomás y Valiente, por la "lesión degenerativa e invalidante"
consecuencia del trauma psíquico sufrido a raíz del asesinato de su padre.
La sentencia establecía una relación directa entre el asesinato de Francisco
y la enfermedad del hijo.
Durante el alegato final, el fiscal Javier Zaragoza espetó al asesino que
"gracias al esfuerzo de su víctima por defender las libertades, los
derechos y las garantías, un abyecto y vil asesino como Bienzobas ha tenido un
proceso justo".
En
el 10º aniversario de su asesinato
14
de febrero de 2006
Su hijo Quico Tomás y Valiente
Lanuza, dijo delante del presidente Zapatero:
"Mi padre nunca hubiera aceptado en silencio cualquier pacto con quien no ha sido capaz de condenar la violencia".
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